La razón principal que me motiva a crear esta página, entre otros proyectos que concentro en este espacio, es la necesidad de compartir mis inquietudes relacionadas con la restauración. La hostelería ha sido siempre mi profesión, y poder compartir esta pasión con otras personas que le interese igual que a mí, me ilusiona.

Fue inspirador leer el blog de otros grandes profesionales como Ángel M. Calero, al que conozco personalmente y con quien comparto aulas en las escuelas de hostelería, o como Abel Valverde, al cual admiro pero no tengo el placer de conocer.

Dicho esto, me rondaba la cabeza cuándo sería el momento de robar tiempo al tiempo y ponerme manos a la obra. Pero casi por sorpresa me obligó a escribir una retahíla de opiniones de críticos gastronómicos en la red. Las respeto, o mejor dicho, me resigno a que existan.

Me crea perplejidad con qué categorismo emiten juicios personas que jamás han trabajado en ningún establecimiento de restauración, aunque sea un puesto de limonadas en verano para los vecinos. Con esto no quiero decir que no se tenga derecho a criticar como cliente, ¿pero como experto?

Algo explosionó, en el peor de los sentidos, dentro de mi “yo” profesional cuando leí que un blog especializado en crítica gastronómica que se atrevía a impartir un curso sobre cómo ser un buen crítico. Me pareció estar viendo a un crítico, de los de entraditos en carne, con barba blanca, sombrero, libreta y pluma con tinta venenosa. Pero esto no fue lo peor, se me ocurrió leer las doce reglas fundamentales de la formación. Ninguna de ellas relacionada con el servicio de sala. El punto que más rozaba el tema era, cito textualmente: “si no sabes mucho de protocolo, o cómo se utilizan los cubiertos, lo mejor es que te leas un libro”.

¿Qué os parece?

Sepa usted señor crítico, que ahora le voy a seguir muy de cerca. Y voy a ser yo el que le critique cada vez que diga un disparate sin saber de qué habla.

Al margen de esta razón visceral por la que escribo en este blog, hay otra más racional y profesional. Esta es la necesidad de hablar sobre el servicio de mesa o de la atención al cliente que me encuentro cuando me convierto en un usuario de la hostelería en cualquier vertiente o tipo de establecimiento de restauración que pueda haber.

Así que espero no decepcionarme a mí mismo y jamás decir que el plato carece de alma.